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“La pobreza es un fenómeno multidimensional y requiere respuestas de política pública en múltiples dimensiones”

11 mayo, 2017
Cortesía: Prosperidad Social / Emilio Aparicio

Colombia fue uno de los primeros países en el mundo en establecer oficialmente una medición de pobreza multidimensional (2011). Tatyana Orozco, exdirectora del Departamento para la Prosperidad Social de Colombia, conversó con Revista Dimensiones sobre el uso que el Estado le está dando al Índice de Pobreza Multidimensional.

Colombia es probablemente el país que más ha avanzado en utilizar su medida de pobreza multidimensional para informar la política pública (focalización, mapas municipales y graduación de los programas de transferencias condicionadas). ¿Nos podría comentar un poco sobre por qué el gobierno encuentra esta herramienta tan útil?

Porque la pobreza es un fenómeno multidimensional y requiere respuestas de política pública en múltiples dimensiones. Las políticas públicas que estén dirigidas a la reducción de la pobreza no pueden operar de forma aislada porque las dimensiones de la pobreza tienen fuertes conexiones entre ellas. Por ejemplo, un niño que presenta inasistencia escolar seguramente falta al colegio porque apoya económicamente al hogar, lo que implica que el niño y su hogar tienen privaciones en términos de educación y trabajo.

En Colombia, trabajar por dimensiones nos ha permitido establecer metas comunes y mejorar el diálogo entre los ministerios y las entidades responsables de la formulación y la ejecución de las políticas para reducir la pobreza, a través de la educación, salud, bienestar, condiciones habitacionales, condiciones de la niñez, entre otras.

Trabajar con el Índice de Pobreza Multidimensional de Colombia (IPM-C) nos ha permitido saber varias cosas: cuáles son las dimensiones que más están incidiendo en los cambios de la pobreza, cuáles son los grupos poblacionales que más necesitan atención y dónde se encuentran estos hogares. En nuestro país, encontramos por ejemplo que las dimensiones que han liderado la reducción de la pobreza han sido educación y salud, debido a que hemos alcanzado la cobertura universal en la educación básica y más del 80% de los colombianos tienen seguro de salud.

También, en momentos cruciales, identificamos que el país debía reforzar su política para mejorar las condiciones de la primera infancia, lo que llevó en 2011 a la creación de la estrategia “De Cero a Siempre”, con la cual se le da a los niños y niñas con mayores niveles de pobreza una atención integral que une los componentes de vacunación, aseguramiento en salud, consultas de crecimiento y desarrollo, valoración nutricional y programas de educación inicial con calidad. Así mismo, el IPM-C nos ayudó a saber que debíamos reforzar nuestras políticas de vivienda para los más pobres; en respuesta a ello, el Gobierno desarrolló el programa a escala nacional de las 100 mil viviendas cien por ciento subsidiadas para la población en pobreza extrema y víctima de la violencia.

Últimamente, ustedes están usando la medida no sólo para identificar pobreza sino también para reconocer las carencias de las nuevas clases medias que han salido de la pobreza, y diseñar políticas que ayuden a su consolidación. ¿Nos podría comentar un poco sobre esto?

Sí, en efecto el IPM-C ha sido fundamental para el diseño de las políticas públicas que buscan fortalecer a la clase media y evitar su regreso a la pobreza. A través del IPM-C pudimos establecer que las personas que pertenecen a la clase media no tienen privaciones importantes en el tema de habitabilidad; pero sí tienen problemas con las privaciones de educación y salud, carencias que comparten con la población que aún está en la pobreza.

Según el promedio nacional, 20 de cada 100 personas en Colombia son pobres; pero cuando miramos la pobreza multidimensional de los municipios que han sido afectados por el conflicto armado, esta proporción asciende a 80 de cada 100.

En consecuencia, entendimos que para fortalecer a la clase media debemos trabajar en garantizar la asistencia escolar, la disminución del analfabetismo, mejorar las condiciones de la vivienda, pues esto determinará la salida definitiva de las personas de la pobreza y su consolidación como clase media. Por esta razón, son fundamentales nuestros programas de transferencias monetarias condicionadas, que se realizan siempre y cuando los niños asistan al colegio, y a los controles de crecimiento y nutrición.

¿Hay algún rol para el IPM-C en las tareas del post-conflicto?

Por supuesto que sí. Como lo había mencionado, el IPM-C nos permite conocer resultados de pobreza a nivel territorial y por grupos poblacionales. Por ejemplo, cuando miramos la pobreza multidimensional, según el promedio nacional, 20 de cada 100 personas en Colombia son pobres; pero cuando miramos la pobreza multidimensional de los municipios que han sido afectados por el conflicto armado, esta proporción asciende a 80 de cada 100.

También, como tenemos reporte de pobreza multidimensional a nivel municipal, sabemos que en municipios como El Retorno en Guaviare, el cual ha sido fuertemente golpeado por el conflicto armado, el 95% de los hogares tienen algún miembro que no está asegurado en salud y el 88% de los hogares están privados por bajo logro educativo, cifras que contrastan ampliamente con los promedios nacionales.

Por esta razón, sin duda el IPM-C será un instrumento útil para focalizar mejor los recursos del Estado colombiano para el posconflicto y atender a las familias más vulnerables.

 ¿Qué recomendaciones le daría a otros países interesados en medir la pobreza multidimensional? ¿Qué factores o variables tendrían que tomar en consideración a la hora de diseñar y aplicar el IPM?

El principal consejo que daría a los países que están construyendo su IPM es que las dimensiones y los indicadores deben estar asociados con acciones explícitas de política pública. Por ejemplo, en nuestro IPM-C tenemos el indicador de bajo logro educativo, el cual está directamente asociado con las políticas de acceso a la educación en las cuales trabajamos en conjunto con el Ministerio de Educación; ellos ampliando la cobertura y desde Prosperidad Social, apoyando a las familias en situación de pobreza con transferencias monetarias condicionadas, para que lleven los niños a la institución educativa. Esta conexión es fundamental, de lo contrario el indicador no será un instrumento útil para la toma de decisiones en las políticas públicas para la reducción de la pobreza.

El segundo consejo que les daría es que se aseguren de tener la institucionalidad adecuada para que el indicador sea creíble y se respete su metodología. En Colombia, esta institucionalidad se ha desarrollado con la Mesa Transversal de Pobreza y Desigualdad, institución a nivel ministerial liderada por el Presidente de la República. En esta mesa se evalúan los avances en las metas para cada uno de los indicadores y se toman decisiones de alto nivel. Esta mesa se complementa con el comité de expertos para la medición de la pobreza multidimensional. Este comité es manejado por el Departamento Nacional de Estadísticas y de él hacen parte el Departamento Nacional de Planeación, el Departamento para la Prosperidad Social, el Banco Mundial, la Cepal y la academia. Este comité es el encargado de validar los resultados y de salvaguardar la metodología.

 

Fotos: Cortesía Prosperidad Social – Emilio Aparicio.

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